"Purifíquense, porque mañana el Señor hará grandes maravillas entre ustedes". Josué 3:2-5
Una de las razones por las que ayunamos es para revelar dónde estamos realmente. El ayuno permite al Espíritu Santo revelar nuestra verdadera condición espiritual. Es una gran oportunidad para un chequeo espiritual.
Más que cualquier otra disciplina espiritual, el ayuno revela las cosas que nos controlan. Podemos encubrir lo que hay dentro de nosotros con comida y otras cosas buenas, pero en el ayuno, estas cosas salen a la superficie. El orgullo, la ira, la amargura, los celos, las disputas, el miedo - si están dentro de nosotros, saldrán a la superficie durante el ayuno.
A veces, la falta de alimentos puede hacernos sentir un poco irritables, sobre todo al cuarto día. Pero una vez que superamos el hecho de que no son las personas que nos molestan, y que tampoco es realmente la abstinencia, llegamos a un lugar increíblemente sensible donde podemos conocer realmente quiénes somos, y podemos confiar más en Dios para cambiarnos.
Y cuando Dios revela esas cosas - no es porque quiera avergonzarnos - sino porque quiere sanar esas cosas. Esto se llama santificación.
La palabra griega traducida como santificación (hagiasmos) significa "santidad". Santifica "hacer santo".
El significado de santificación es "el estado de funcionamiento apropiado". En otras palabras, santificar a alguien o algo es apartar a esa persona o cosa para el uso previsto por su diseñador. Un bolígrafo se usa para escribir, está "santificado". Unos lentes si sirven para ver mejor, son "santificados". En un sentido bíblico, las cosas son santificadas cuando se usan para el propósito que Dios quiere. Los seres humanos lo somos cuando vivimos de acuerdo con el diseño y el propósito de Dios.
Es importante recordar que la santificación no puede ocurrir sin la ayuda del Espíritu Santo, el cual habita dentro de un creyente y lo hace santo porque Él es de igual manera. Por eso se le llama Espíritu Santo. Dondequiera que Dios mora, se convierte en un lugar santo.
Esta verdad de que el Espíritu Santo reside en nosotros para siempre debe moldear la forma en que pensamos de nosotros mismos. No hemos sido creados para cosas triviales. No estamos hechos para cosas profanas. No estamos hechos para actividades y comportamientos impíos. Somos creados para lo sagrado. Hemos sido creados para dar honor y gloria al Santo que nos ha salvado y que habita en nosotros.
Esta verdad de que Dios te hace santo, cambia todo. ¡Qué posición y vocación tenemos! ¿Cómo podríamos no estar asombrados de esto, adorar a Dios y caminar de una manera digna de Él?
Sin embargo, si tú has sido un cristiano por más de un par de horas, y sabes que al viejo tú, le gusta revelarse a veces, significa que todavía tienes problemas de actitud, dices palabras hirientes o chismes. Quizás eres egoísta a veces.
Entonces, ¿qué pasa con eso? Si eres una creación nueva, hecho santo y justo en y a través de Jesucristo, ¿qué pasa con este pecado que todavía te molesta?
El problema es que, aunque tenemos una identidad totalmente nueva, todavía residimos en este mundo roto. Nuestra carne lucha contra nuestra alma. Un enemigo nos tienta y seduce para que pequemos. Esto no es una sorpresa para Dios. Él es plenamente consciente de nuestro dilema.
Cuando luchamos con el pecado - nos arrepentimos, nos alegramos con gratitud de que Él ya nos ha hecho justos, y por fe debemos aferrarnos a lo que se ha logrado para nosotros.
Pero no podemos hacer esto por nuestra cuenta. Sólo podemos hacerlo con la presencia y el poder del Espíritu Santo.
"Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa”. Gálatas 5:16
Hoy te animamos a que no sólo seas consciente de dónde estás realmente en tu corazón... sino que tengas un reconocimiento activo de la presencia y el poder del Espíritu Santo en tu vida. Arrepiéntete, reconoce de nuevo la gracia de Dios, e invítalo a morar en ti de nuevo.
El ayuno es revelador, pero es un lugar hermosamente vulnerable para estar ante Dios.
Definitivamente hay cosas que he querido ocultar a los ojos de Dios por temor o pena, pero el todo lo sabe, quiero entregárselas para que él haga maravillas con ellas que a mis ojos no son posibles, en sus manos él las transforma en cosas posibles. SACUDAMOS EL POLVO.