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Hoy vuelvo a entregarte toda mi vida

Romanos 12:1 (NTV) — “Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo”. 

 

Sacrificio vivo = Una persona consagrada y en entrega total a Dios.

 

Bienvenidos al Ayuno 2023. Nuestra oración es que los siguientes 21 días sean un tiempo de encuentro personal con Dios para ti, y que como resultado, lo escuches claramente.

 

En este primer día del ayuno - te animamos a volver a entregar y comprometer tu vida entera con Dios. Esto significa rendirte voluntariamente, renunciar a hacer tu voluntad y dejar que Dios tome el control.

 

Renunciar significa someterte al poder, la autoridad y el control de otro. 

 

Esto no es una decisión de una sola vez en nuestro caminar con Jesús. Esta es una decisión diaria de entregar todo nuestro ser a Él.

 

Si lees el evangelio de Marcos, podrás ver que Jesús siempre estaba creando un espacio para rendirse a su Padre de nuevo. Al avanzar cada pocos versos en dicho libro, lees algo sobre Jesús tomando a los discípulos y yéndose a un lugar desierto; Jesús subiendo a una montaña solo para orar; Jesús pasando toda la noche solo en oración con Dios. Vez tras vez, después de ministrar, de un gran día, o de mucha emoción... Jesús se fue a entregar todo a su Padre.

 

Filipenses 2:6-8 dice esto sobre Jesús: “Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales”.

 

Todo el Nuevo Testamento, esta resumido en este versículo, y nos muestra que Cristo estuvo dispuesto a ceder sus derechos a la voluntad, el propósito y el plan del Padre.

 

Preguntemonos ¿Qué entregamos hoy a Dios?

 

Traemos a Dios nuestro pecado, nuestro dolor, nuestras faltas y nuestros defectos.

 

Traemos nuestras decepciones y expectativas no cumplidas.

 

Traemos nuestros planes, nuestros dones, nuestras aspiraciones y deseos.

 

Traemos nuestras ofensas y frustraciones.

 

Traemos las opiniones de los demás y las presiones de este mundo.

 

Todo lo que echa raíz y no podemos soltar, detener o mover, se convierte en ataduras. 

 

Esas son las cosas que le traemos a Él. Pero no son sólo las cosas fuertes y/o rotas las que podemos traer a Dios. 

 

También traemos alabanza como ofrendas de paz, las cosas que nos dan confianza y alegría para compartirlas libremente con Dios, para agradecerle y para someterlas continuamente a Él, llevando la gloria durante todo el camino de vuelta a Él.

 

Una vez que lo llevamos todo al altar, ya nada es nuestro.

 

Ya nada puede ocupar nuestro corazón; nuestra conciencia está en paz ante Dios, y podemos decirle con valentía: "No te he ocultado nada".

 

Cuando hacemos esto, se produce un intercambio.

 

Él intercambia nuestra entrega, nuestro sacrificio y nuestro compromiso de corazón por más de su presencia. Él te transfiere belleza, esperanza, alegría, paz, y visión renovada.

 

¡Qué mejor manera de empezar este ayuno que con un intercambio!  “Que no se haga mi voluntad, Dios, sino la tuya”.

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